Guia.com - Miércoles 14/12/2011 - El discurso político no afecta el mercado del arte
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Saber vender es como saber cantar, dice Odalys Sánchez. La galerista y subastadora que un buen día cambió la Física por el arte asegura que el mercado no está estancado por la crisis ni por la política, sino que simplemente se está transformando. ¿La prueba? En menos de 15 días efectuó 5 subastas, en las cuales vendió 200 piezas.

Para febrero prepara una nueva modalidad: las subastas de colección, en las que particulares pondrán a su disposición colecciones completas que serán vendidas al mejor postor.

--¿Su nueva línea de subastas no tiene que ver precisamente con el temor de los coleccionistas, que ante la incertidumbre que se vive en el país deciden salir de sus obras? --Creo que hay una suma de cosas. No creo que el discurso político realmente afecte el mercado del arte, aunque sí hace que las personas se sientan un tanto apresuradas a tomar una decisión que de repente podrían tomar con más calma en otro momento.

Lo que sucede es que las colecciones son cíclicas y a los hijos no siempre les gustan las obras que heredan de sus padres, así que las venden. Eso se ha dado en este momento y en el pasado. Lo que sí es nuevo es que las personas están tratando de reducir sus espacios.

Hay una intención de tener menos inmuebles o de comprarlos más pequeños. Eso implica sacrificar el espacio donde se exhibían obras y la gente toma la decisión de venderlas. Creo que eso es lo que pasa con más frecuencia. También, por seguridad, hay una migración de personas jóvenes del país y por ello deciden salir de muchas de sus piezas, porque la mayor parte de ellas sólo tiene valor local.

--¿El fantasma de la Ley de Patrimonio no mantiene en ascuas a quienes poseen obras de arte y los lleva a ponerlas en venta, antes de que sea demasiado tarde? --Lo primero que hay que decir es que la Ley de Patrimonio no es de este gobierno, la decretó Ramón J. Velásquez. Esa ley en teoría parecía muy buena, pero hay que adaptarla a la realidad del país. No puedes tener una ley como la de Perú o México, que son países que tienen una fortuna en arte prehispánico, en obras de oro. Venezuela no tiene nada de eso y uno se pregunta qué es lo que realmente es patrimonio para el país que ya no esté en los museos. Muy poco. Si uno lee la ley se da cuenta de que todo el arte puede ser comercializado, el problema es la discrecionalidad en la ejecución.

--Son muchos los artistas y galeristas que dicen que es un problema sacar obras del país para exhibirlas en una feria internacional.

--Pero la traba no está en la ley, sino en el funcionario de turno, en el cuánto hay pa'eso.

No podemos crear un caballo de troya con una ley que tiene un objetivo sano. Lo que es necesario es un instrumento para ver qué es patrimonio y que no se generen obstáculos para la salida de obras que se acaban de producir. Estamos hablando de que la definición de patrimonio abarca piezas que tienen más de 50 años y son definitivas para la nación.

Hay muchas obras con esas características que ni siquiera están en el país, sino que se subastan en Nueva York. Quizás El niño enfermo de Arturo Michelena, que se subastó hace unos años, hubiera podido entrar en esa definición, pero ya estaba afuera.

--No es secreto que el mercado del arte acaba de sufrir la crisis de las casas de bolsa, su principal comprador los últimos años. ¿Las ventas se han estancado? --El mercado se ha ido reajustando. Lo que ocurre ahora es lo mismo que pasó con la crisis bancaria de los noventa, pero es una vivencia que tenemos pocos galeristas y que no ha sido lo suficientemente analizada. Cuando yo entré en este mercado se me atribuyó ­sobrestimando mi influencia en ese momento­ el bajón en los precios del arte venezolano. Era mentira. Sencillamente el grueso de los compradores había cesado su actividad y quedaban los coleccionistas que no habían tenido acceso a la obra desde hacía un tiempo por el nivel de precios.

Ellos no podían ofrecer tanta plata como un banco por una obra y condicionaron esa baja. Esos son ciclos normales en todos los mercados. Éste es un gran momento de compra y muchos lo han entendido.

Tampoco creo que las personas ligadas a las casas de bolsa vayan a dejar de comprar. El arte es un gusanito del que tú no te desprendes. Ellos sencillamente reorientarán sus colecciones.

--Es decir, que el negocio de las subastas sigue en pie a pesar del revés.

--Las últimas cinco subastas que hicimos indican que el mercado local ha empezado a cambiar. Hasta el año pasado tuvimos una polarización hacia la geometría y el arte de los años cincuenta, pero hay un revival de la figuración, y los maestros venezolanos se venden muy bien porque son vistos como un refugio para los inversionistas. El error de la mayoría de los vendedores es que no lo perciben y se empeñan en tergiversar el mercado.

De repente lo que poseen no es del interés del público, pero tienen que venderlo. Se crean burbujas. ¿Dónde queda la ética? No puede ser que en una galería una obra tenga un valor y después en una subasta donde hay 200 coleccionistas no alcance ese precio. Los galeristas deberían defender las obras de sus artistas en subastas, pero no vienen y luego salen a decir que ahí está Odalys bajando los precios.

--¿Están viciadas las subastas benéficas? --Yo con mucho gusto hago subastas benéficas. De hecho, la primera que hice fue para Cardioamigos. Le hice diez subastas a la Fundación Daniela Chappard. El año pasado hice una con los artistas, para conseguir sus seguros médicos.

Sin embargo, no estoy totalmente de acuerdo con algunas de las iniciativas porque de alguna manera perjudican al propio artista. Hay muchas subastas benéficas y siempre son los artistas quienes tienen que donar. Siempre hay un donador, muchas causas y un mismo público. Ahí es donde se tranca el juego y terminan vendiéndose a precios extremos (que son o muy altos o muy bajos) obras que no son representativas de su propio trabajo. A mí las subastas de chigüires, bandejas o corbatas me parecen muy malas porque se obliga al artista a hacer una obra en un formato que los restringe. La gente dice: 'Compré algo de Oswaldo Vigas', pero un abanico de Vigas no es un Vigas. Y un chigüire menos. Estoy en contra de esa manipulación.